“La escultura invita a tocar, a reflexionar y a sentirnos parte de algo más grande”
¿Cómo se dio ese primer contacto con la escultura y qué lo llevó a decidir estudiar arte contemporáneo?
Mi primer acercamiento fue con la cerámica. Empecé con cerámica utilitaria, pero descubrí la cerámica escultórica y me enamoré. Pensé que sería mi camino, pero me frustraba mucho por no dominar técnicas como el amasado o la preparación de la arcilla, y porque las piezas se rompían en el horno. Además, trabajar obras grandes era complicado por las limitaciones de los hornos.
Por eso exploré otros materiales, como resinas, y más tarde me dediqué al bronce, que es mi medio actual. Nunca trabajé con piedra ni madera, aunque me parecen bellísimos; simplemente no despertaron mi interés como lo hicieron la cerámica y el bronce.
¿Qué le aportaron los estudios en Valencia y la tutoría de Matsui Shiro en Japón?
Salir de mi entorno siempre me ha llevado a un viaje interior para reafirmar lo que realmente me gusta. En Valencia y Japón aprendí técnicas y procesos, pero también conocí nuevas formas de arte, arquitectura y cultura.
En Europa, la cercanía con los grandes museos y las obras maestras cambia la perspectiva; estar frente a esas piezas es una experiencia única. Japón, en cambio, me enseñó una visión disciplinada del arte, reflejada en la obra de Matsui Shiro. Estas experiencias nutrieron mi ser interior, ese que constantemente absorbe y adapta lo que encuentra en el camino.
¿Cómo describiría la influencia de artistas como Henry Moore, Isamu Noguchi o Bárbara Hepworth?
La influencia de Henry Moore fue clave, sobre todo su conexión con la tierra y el uso de formas arquetípicas como figuras prehispánicas y maternales. En los años 80, mientras yo descubría el arte, sus exposiciones en Venezuela dejaron un anclaje emocional en mí.
En ese momento trabajaba con cerámica, un material que también viene de la tierra, lo que reforzaba esa conexión. Hoy, revisito su trabajo matérico en bronce y sigo admirándolo profundamente. Esas influencias definieron mi desarrollo artístico y mi relación con la forma y el simbolismo.
Sus obras suelen incluir figuras de caballos y toros. ¿Por qué eligió estos animales como eje de su creación?
Los caballos llegaron a mi obra por casualidad, cuando participé en una exposición con temática ecuestre. Quise evitar el cliché del caballo hiperrealista y adaptarlo a mi lenguaje escultórico. Inspirado por figuras alargadas y estilizadas, influenciadas por lo prehispánico y Giacometti, creé caballos con un enfoque simbólico y arquetípico, alejados del hiperrealismo.
A partir de ahí, investigué la tradición ecuestre en el arte, la anatomía y el simbolismo del caballo, lo que eventualmente me llevó a trabajar con toros. Ambos animales tienen una carga histórica y mitológica que me interesa explorar. Mis obras buscan trascender lo físico y conectar con lo universal, incorporando elementos simbólicos como formas lunares y referencias arquetípicas.
Su arte invita al espectador a “tocar y sentir” las piezas. ¿Qué papel tiene esta interacción en su obra?
El tacto es esencial en mi trabajo. Mis esculturas en metal están hechas para ser palpadas, exploradas físicamente. En un mundo tan digital, creo que recuperar el contacto con lo tangible es importante para mantenernos conectados con lo real y con nosotros mismos.
Me resulta fascinante que mis piezas inviten a tocarse, pues refuerzan nuestra relación con lo físico. Lo matérico tiene un valor crucial en mi obra, y esa interacción con el público es una forma de devolvernos al presente, al aquí y ahora.
El equilibrio entre tradición artesanal y expresión moderna parece esencial en su obra. ¿Qué significa para usted trabajar en bronce y hierro?
Me interesa que el objeto hable por sí mismo. Aunque el arte contemporáneo prioriza a menudo el concepto sobre el objeto, yo busco que el espectador valore tanto la técnica como el espíritu de la obra.
Trabajar con bronce y hierro demanda respeto por la maestría artesanal, tiempo y habilidad. Para mí, una pieza poderosa debe equilibrar técnica, concepto y alma. Cuando se logra este equilibrio, la obra trasciende, y eso es lo que intento alcanzar en mi trabajo.
¿Cómo ha influido México en su trabajo artístico y en su visión de vida?
Estar en México me ha marcado profundamente, tanto en lo personal como en lo artístico. Es un país que me ha recibido con calidez, pero que también, por sus diferencias culturales, me ha llevado a reflexionar y conectar conmigo mismo. Esa introspección me permite expresar lo que llevo dentro.
Además, México tiene una riqueza artística increíble. Grandes maestros como Rufino Tamayo y escultores icónicos me han inspirado profundamente. También admiro el carácter espiritual del mexicano, aunque a veces no se reconozca plenamente. Hay una conexión poderosa con lo tradicional y un aprecio inigualable por la artesanía. Los artesanos de Chiapas y Oaxaca, por ejemplo, me impresionan por su talento y dedicación.
En cuanto a la escena artística, México es una ventana al mundo. Ferias como Zona MACO y Bada son plataformas maravillosas que permiten que artistas como yo conectemos directamente con el público y mostremos nuestro trabajo en un contexto internacional. Ciudad de México, en particular, es un epicentro de cultura y arte emergente que atrae a visitantes de todo el mundo.
Como venezolano, ¿de qué manera considera que la situación política y económica de Venezuela ha afectado a la comunidad artística?
La situación en Venezuela ha sido devastadora para la comunidad artística. Muchos, incluyéndome, tuvimos que dejar el país por la represión, la falta de recursos básicos y la precariedad general. En mi caso, siendo epiléptico, ni siquiera podía conseguir medicinas fuera del mercado negro. Esto, sumado a una fuerte depresión al ver cómo el país se cerraba culturalmente, me llevó a tomar la difícil decisión de emigrar.
Los eventos artísticos dejaron de ser prioridad hace más de una década. Aunque hoy hay burbujas económicas que impulsan el arte, no tienen el alcance global que merecerían. Sin embargo, tengo fe en los artistas que se han mantenido en pie de lucha en Venezuela, creando a pesar de las dificultades, el hambre y la frustración. Su esfuerzo y resistencia son admirables.
¿Qué mensaje les daría a los artistas venezolanos que buscan desarrollarse fuera de su país? ¿Qué oportunidades o retos enfrentan?
Les diría que luchen, que se conecten y se integren al lugar donde lleguen. Es fundamental asimilar el entorno, aportar desde el conocimiento y hacer comunidad. La clave está en conectarse con las personas y contribuir con lo que uno lleva dentro: su cultura, su experiencia y su arte. No importa dónde estés, siempre puedes enriquecer tu entorno y al mismo tiempo crecer como artista y como persona.
Hoy en día, el arte parece competir con un mundo digital y tecnológico. ¿Cuál considera que es el papel de la escultura y el arte tangible en una era tan virtual?
En una cultura tan digital, creo que lo tangible adquiere un valor especial. Todo lo que invita al tacto y a la exploración física se vuelve crucial para que el ser humano no se desconecte de sí mismo ni de la realidad que lo rodea. Lo táctil y lo tangible no solo enriquecen la experiencia estética, sino que también fomentan la conexión entre las personas. A pesar de los avances tecnológicos, nada puede superar la sensación de tocar, palpar y experimentar algo real. La escultura tiene ese poder: nos devuelve al presente y a lo humano.
Si pudiera enviar un mensaje sobre el valor de la escultura en la vida cotidiana, ¿qué le diría al público para invitarlo a conectar con este tipo de arte?
La escultura es algo que se aprende a amar a través del conocimiento. Muchas veces pasamos junto a una estatua en la calle o en una plaza sin detenernos a valorarla, pero detrás de cada pieza hay un proceso técnico y manual maravilloso. Si las personas se tomaran el tiempo de conocer un poco sobre ese proceso, incluso de las esculturas antiguas o ecuestres, descubrirían una nueva manera de disfrutar el arte.
La escultura no es como la pintura, que es bidimensional; es un arte que exige ser explorado desde todos los ángulos. Conocer un poco sobre la técnica o sobre el artista puede transformar nuestra percepción y hacer que apreciemos más no solo la obra, sino también el entorno donde está ubicada. Ese acercamiento al arte tangible enriquece nuestra conexión con la sociedad y con la comunidad. En el fondo, la escultura tiene ese poder de invitarnos a observar, a reflexionar y a sentirnos parte de algo más grande.
Sigue a Alberto Spinetti en Instagram: spinettiart
Fotografías cortesía de Alberto Spinetti.
Texto: David Patiño Torres.
PR: Edgar Laguna.